el café Illy

el café Illy es de esos lugares de Bogotá que se pretende disfrazar de otro país y a la vez es singularmente autóctono. su ambiente ligeramente europeizado resulta similar al de los cafés citadinos franceses y se encuentra atravesado por la melodía de unos músicos que se posan a tocar salsas clásicas y música típica de carnaval al medio día. 

hoy hay un grupo de viejos, y no utilizo esta palabra con ánimos de ofender sino simplemente con la plena sinceridad de llamarlos por lo que son, sentados al frente mío. hablan de las habilidades de danza y belleza una muchacha de más o menos veinte años. mientras los escucho, sonrío con la complacencia y el alivio de saber que algunas cosas nunca cambian.

cambio de mesa para estar debajo del techo y salvarme de la posibilidad de que la lluvia bogotana arruine las páginas del libro que traje conmigo. los músicos tocan "un verano en nueva york" y sentí algo que solo puedo describir como plenitud. tal vez, pensé, la vida se trata de eso: de aquellos efímeros e irreversiblemente cortos momentos de plenitud y extrañeza. qué raro es que sea raro sentirse pleno. pero es así.

ahora tengo al lado un par de parejas portuguesas. los hombres discuten algún tema con mucha vehemencia, mientras hacen algún chiste ocasional. las mujeres hablan en un tono de resignación perezosa de algo que creo es completamente diferente. 

Alejandra, a quien no veo hace un año, llegará pronto y mi placentera soledad se verá voluntariamente interrumpida por la gracia de su compañía. la vida, creo, también debería tratarse de eso. estoy en el café Illy respirando y viviendo, es decir esperando a la muerte o a Alejandra. supongo que será ver cuál llega primero.


- Bogotá 6 de diciembre 2020

para Alejandra, menos mal llegaste primero.

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