a Barranquilla le regalo
a Barranquilla le regalo
un pedazo de la memoria
que perdurará en mí.
difícil resultaría borrar
tanto amor
tanto pueblo
tanto sol inclemente
sobre mi piel
que se tostaba
caminando por la grama
recién cortada
del jardín.
y qué feliz fui
cuando por última vez
hace no mucho
me paré
en la mitad de mi patio
pintoresco
lleno de flores,
barbas y colores
de un árbol de níspero fresco
empiyamada todavía
sin haber probado el primer sorbo del día
y mientras llovía suavemente
salí
a que las gotas de lluvia fría
cubrieran mi piel
empapando la delgada tela
de mi vestido
haciendo pesar un poco más mis rizos
mojándome una sonrisa
que hace años se veía desdibujada
y
admito fue
un poco pueril.
pero en aquel calor
sentí
otra vez
la efímera simplicidad
de aquella niñez
del poder salir al patio
al llover
y bañarme en la lluvia
y despojarme de todo:
tela, pelo, piel
hasta que solo quedara
un ánima embadurnada,
la pureza de lo que soy
de lo que fui
de lo que espero no dejaré de ser:
una niña, al fin y al cabo,
hija de la tierra
ascendente de algún lado
con la costa que nunca le falla
con la música y la pesca de mano
con los tambores de piel
con la cumbia, con el mar o
el banano.
con Gabriel García Márquez
indeleblemente tatuado
en este corazón que le sobra
de Cueva, de cariño, de mango
dulce como aquel sueño
de que
si pudiera volver a hacer algo en la vida
sin ataduras
y por puro placer
sería ir al patio
algún día,
cuando haya de volver,
desnuda
y sin que me importara cualquier parecer,
para bañarme en la lluvia
como cuando en aquellos días de colegio
solía suceder.
un pedazo de la memoria
que perdurará en mí.
difícil resultaría borrar
tanto amor
tanto pueblo
tanto sol inclemente
sobre mi piel
que se tostaba
caminando por la grama
recién cortada
del jardín.
y qué feliz fui
cuando por última vez
hace no mucho
me paré
en la mitad de mi patio
pintoresco
lleno de flores,
barbas y colores
de un árbol de níspero fresco
empiyamada todavía
sin haber probado el primer sorbo del día
y mientras llovía suavemente
salí
a que las gotas de lluvia fría
cubrieran mi piel
empapando la delgada tela
de mi vestido
haciendo pesar un poco más mis rizos
mojándome una sonrisa
que hace años se veía desdibujada
y
admito fue
un poco pueril.
pero en aquel calor
sentí
otra vez
la efímera simplicidad
de aquella niñez
del poder salir al patio
al llover
y bañarme en la lluvia
y despojarme de todo:
tela, pelo, piel
hasta que solo quedara
un ánima embadurnada,
la pureza de lo que soy
de lo que fui
de lo que espero no dejaré de ser:
una niña, al fin y al cabo,
hija de la tierra
ascendente de algún lado
con la costa que nunca le falla
con la música y la pesca de mano
con los tambores de piel
con la cumbia, con el mar o
el banano.
con Gabriel García Márquez
indeleblemente tatuado
en este corazón que le sobra
de Cueva, de cariño, de mango
dulce como aquel sueño
de que
si pudiera volver a hacer algo en la vida
sin ataduras
y por puro placer
sería ir al patio
algún día,
cuando haya de volver,
desnuda
y sin que me importara cualquier parecer,
para bañarme en la lluvia
como cuando en aquellos días de colegio
solía suceder.
Me fascino mi Pau! Escribes muy lindo! Que recuerdo tan lindos de nuestra Barranquilla
ResponderBorrarGracias Tía Juli!!! un beso
BorrarSuper pau.. los recuerdos son vivencias tatuadas en nuestra memoria, que nos forman. Te amo mi corazon! Mom
ResponderBorrarThank you mom, I love you
BorrarSensible! Hermoso! Tuyo!
ResponderBorrarClau
Gracias tía CuaCua, te quiero mucho
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